El efectivo, liquidez, es uno de los elementos que todo emprendedor debe cuidar y, por tanto, no debe centrarse exclusivamente en conseguir beneficios. En términos generales, podríamos decir que el beneficio es la diferencia entre el coste que le supone a la compañía elaborar un producto y los ingresos que recibe de su venta. Hasta aquí todo correcto.
Existe una máxima financiera que conviene rescatar: “el beneficio es solo una opinión, pero la caja es una realidad”. ¿Qué significa esto? Que aunque efectivamente haya beneficios, esto es solo la teoría porque lo que importa en el día a día es el efectivo del que se dispone en caja y con el que hacer frente a los distintos pagos (proveedores, empleados, etc).
Hay que tener claro que el efectivo aumentará siempre que se cobre algo y, del mismo modo, disminuirá cuando haya que realizar un pago. Así, a pesar de que es indispensable que todo negocio tenga beneficios a largo plazo para alejarse de una quiebra segura, igualmente deberá tener suficiente dinero en caja. Por ejemplo, si un fabricante hace una venta a una tienda y ésta no le paga hasta pasados 30 días, tendrá que ingeniárselas el primero para cumplir con sus obligaciones económicas pues, aunque no haya cobrado, aún tiene que pagar a los proveedores que le proporcionaron el material.
Es obvio que lo deseable para las empresas sería que el periodo de cobro fuera menor que el de pago, ya que así resolverían ciertos problemas de liquidez.
La causa más común de la falta de liquidez
En opinión de algunos expertos una de las causas más usuales de que una empresa se vea ahogada por la falta de liquidez es el hecho de gestionar el negocio desde el estado de resultados y no desde la propia caja, lo cual significa que miran demasiado al futuro (en lo que se tendrá) y no mucho al presente (lo que se posee en este momento).
En este contexto, el problema reside en que aunque se tengan grandes ventas, el futuro es impredecible y es posible ser pagado más tarde de lo que uno pensaba y caer en el error de, por ejemplo, haber hecho alguna inversión con ese dinero que, en teoría, se obtendrá pero no realmente se encuentra en la caja o banco. Eso es precisamente pensar desde el estado de resultados.
Cómo administrar adecuadamente el efectivo en caja
El primer paso que hay que dar para gestionar convenientemente el flujo de efectivo es identificar los plazos de los cobros y los pagos, es decir, elaborar un calendario para saber exactamente qué y cuánto hay que pagar y qué y cuánto cobrar. Esta iniciativa permitirá al empresario visualizar el dinero con el que cuenta en realidad.
Una buena idea es, también, cuidar la política de créditos en la empresa y establecer límites y requisitos para los clientes. Quizás reducir el periodo de pago de 90 a 60 días pueda traer la pérdida de uno de ellos, pero a cambio, los otros pagarán más rápido.
Así, al igual que tratar de obtener el pago del consumidor lo más pronto posible, es necesario desacelerar el plazo de pago a los proveedores. No obstante, según recuerda en su web la Consultoría Financiera Kerfant, una empresa española de asesoría a pymes y emprendedores, esto “puede ser un arma de doble filo, ya que si un proveedor da mucho plazo para pagarle y se usa con exceso este crédito para financiar la actividad, se podría llegar a poner el futuro de la empresa en manos de un cambio de política del proveedor”.
Otra buena recomendación es hacer uso de los recursos financieros que se tienen al alcance como las aportaciones de capital, los préstamos bancarios, el factoring, leasing, etc. En definitiva, todo aquello que, utilizado coherentemente, ayude a una empresa a suministrarse.
Ya solo queda hacer una consideración final y es que no debe confundirse la falta de liquidez con falta de solvencia, aunque sí es verdad que una actuación rápida puede hacer que no se convierta en ella.