En un mundo de economías cambiantes donde la globalización parece que es cada vez menos una opción, sino una necesidad, a nadie le interesa ser pequeño. La apuesta es convertirse en un grupo, bien junto con otros Estados de la misma región, bien con países con los que se comparta alguna característica u objetivo común.
Hace ya décadas que el Mercosur nació con muchos y buenos propósitos de los que los países firmantes saldrían reforzados. Ha pasado un tiempo y es hora de hacer balance de sus ventajas y desventajas, tanto de cara a los Estados integrantes como desde el punto de vista del exportador.