No obstante, a menudo, podemos encontrarnos ante un proyecto que no sea escalable y que únicamente puede crecer por medio de inyectar más y más capital. Llegados a este punto es necesario reflexionar y analizar si estamos actuando correctamente. Es necesario saber pararse a tiempo y que el entusiasmo que produce ser emprendedor no distorsione la realidad.
Tres señales que indican que algo va mal
Quizás suene a tópico pero no hay nada de malo en perder. Un emprendedor es sobre todo un trabajador nato, que no siempre ve recompensado su esfuerzo. He aquí algunas señales que pueden estar conduciéndonos al fracaso:
Los ingresos son mínimos. El inicio de cualquier empresa suele ser lento y el emprendedor debe estar dispuesto a trabajar más horas hasta que ésta logre arrancar. Sin embargo, tarde o temprano los beneficios deberían llegar.
El emprendedor ya no tiene ilusión. El emprendedor continúa dedicando gran parte de su tiempo a su negocio pero, al contrario que al principio, ya no disfruta de él. Es una señal de alarma, ya que la pasión por lo que hace tiene que ser un elemento inherente a todo emprendedor.
Las cuentas no salen. Si ha agotado todas las posibles vías de financiacion, ha echado mano de contactos y nada ha impedido que continúe en números rojos, puede que el momento que temía esté cerca.
De este modo, la decisión última la tendrá siempre el propio emprendedor, que tendrá que sopesar todas las opciones. Si la satisfacción no es la misma que antes, no debe tener miedo a mirar hacia el futuro, tomándolo como un cambio de dirección y no como una derrota. Lo importante es ser flexible y estar dispuesto a modificar ciertos aspectos para mejorarlos. Quizás haya fracasado su idea, pero no su espíritu emprendedor.