La Motivación en su Empresa


Por: X.Peralta Maniviesa

La raíz de toda motivación se encuentra en una carencia concreta que hace que nos movilicemos. Cuando el objeto de la motivación está satisfecho, éste pierde su efecto motivador. Se trata de una tensión -una insatisfacción- que pone en movimiento el organismo para reducirla y volver al equilibrio. En la medida que nos sentimos insatisfechos, necesitamos llevar a cabo acciones para reducir la tensión.

Otro aspecto a tener en cuenta es la especificidad en la relación entre la necesidad o insatisfacción y el objeto motivador. Sólo podremos satisfacer una necesidad concreta con un incentivo relacionado, que representa nuestro deseo o motivación principal. Si, por ejemplo, tenemos hambre, no reduciremos la tensión o insatisfacción con una buena película, aunque seamos grandes cinéfilos. 

Por el contrario, si estamos aburridos, no veremos satisfecha nuestra necesidad con nuestro plato preferido. Si trasladamos este axioma a las dinámicas que se establecen dentro de los equipos de trabajo, es evidente que las personas responsables de los mismos deben buscar los incentivos adecuados para cada motivación concreta. 

Los motivos son, por definición, internos. Cada uno tiene los suyos propios. Así, podemos observar los comportamientos de las personas, pero no sus motivaciones internas. Desde esta perspectiva, podemos asegurar que es imposible motivar a los demás. Únicamente es posible averiguar su motivación para así facilitarle motivos para llevar a cabo un comportamiento determinado. Es indiscutible la relevancia de esto cuando hablamos de equipos de trabajo, de su gestión y de su dinámica como grupo.

A las personas les motivan cosas diferentes y, en muchos casos, incluso muy diferentes. Esto supone, irremediablemente, un problema, especialmente para los mandos intermedios noveles, con poca experiencia como responsables o líderes de equipos. Su queja se suele relacionar con el hecho que no consiguen sacar el máximo rendimiento de su equipo, ya que no logran motivar por igual a todos sus miembros.

Para un líder, conocer bien a los miembros de su equipo se convierte en parte fundamental de su función. En la medida que conozca aquello que motiva a las personas que tiene a su cargo, podrá conseguir un rendimiento óptimo y eficaz de su equipo. Estos líderes observan, preguntan, escuchan (quizás la parte más difícil) y reconocen las diferencias individuales. Y en función de todo esto, actúan en consecuencia. 

En definitiva, no es posible motivar a las personas. Se trata de ofrecer a cada persona un incentivo diferente para lograr así que se motiven. Para cualquier responsable de un equipo de trabajo, ya sea un mando intermedio o un alto directivo, éste debe ser uno de sus principales objetivos si desea lograr un equipo de alto rendimiento. Para ello, debe poner en juego diferentes habilidades, centradas principalmente en la escucha activa y la empatía con los componentes de su equipo. No para motivarlos (cosa que es imposible), sino para conseguir que se motiven.

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