Productividad y satisfacción laboral
La satisfacción laboral es tan importante que, no sólo afecta en gran medida a la productividad de los trabajadores, sino que actúa también sobre factores relativos a su ámbito personal y familiar. Cuando el trabajador no se siente satisfecho en el trabajo comienzan a aparecer síntomas que nos pueden dar una pista de lo que está sucediendo:
- Problemas de sueño.
- Apatía.
- Fatiga.
- Falta de atención al detalle.
- Falta de motivación.
- Problemas de autoestima.
- Problemas en las relaciones familiares y personales, motivadas por cualquiera de los síntomas anteriormente enunciados.
- Problemas en las relaciones laborales, con compañeros, superiores y subordinados, con el mismo origen.
Los motivos que producen esta insatisfacción laboral son muchos, pero destacaríamos:
- Falta de reconocimiento por parte de la empresa.
- Falta de identificación con el puesto.
- Dificultad para comprender lo que la compañía espera de uno.
- Carencia de objetivos o metas.
- Sobrecarga de tareas o de fechas límite.
- Asignación de tareas que está muy por encima o muy por debajo de las propias capacidades.
- Malas relaciones con los compañeros.
- Entorno de trabajo inadecuado: por ruido, incomodidad, temperatura, iluminación, etc.
Actuar sobre la motivación
La empresa tiene la obligación de garantizar y velar por la seguridad y salud de sus trabajadores. Ofrecerles el reconocimiento médico anual, aunque ellos decidan reclinar la propuesta; proporcionarles un puesto de trabajo adecuado a los mínimos que la ergonomía dicta y asegurar que se trabaja en condiciones de seguridad son los puntos básicos sobre los que toda empresa debe partir.
En cuanto a los aspectos más subjetivos de la satisfacción laboral, la empresa debería:
Hacer una correcta selección de los candidatos para cada puesto: para evitar la apatía o, en el extremo contrario, la sensación de agobio por no llegar al nivel exigido.
Gestionar los recursos humanos partiendo de la definición de objetivos, metas y tareas. Explicando claramente y de forma transparente lo que se espera de cada uno.
Proporcionar el reconocimiento al trabajo (por ejemplo, mediante la gestión de incentivos, que no tienen por qué ser monetarios).
Escuchar a los empleados, especialmente cuando propongan soluciones de mejora.
Evaluar de forma continua, y no sólo de manera puntual, si el reparto de carga de trabajo es equitativo.
Adecuar los puestos a la flexibilidad laboral que se impone, aportando para ello los avances tecnológicos que sean necesarios.
Cuando los trabajadores perciban la preocupación de la empresa por los individuos y entiendan que se les considera una parte muy importante de un proyecto en común, se darán cuenta de que luchar por perseguir sus objetivos beneficia a todos. Sus niveles de productividad irán en aumento.