Escuche las necesidades de sus colaboradores. Una de las principales habilidades que posee el buen directivo es la capacidad para encontrar el equilibrio necesario entre la orientación a resultados y la orientación a personas. Orientarse a personas significa acompañarlos y ayudarlos en su desarrollo como profesionales. El primer paso en este proceso es la escucha activa y real de sus necesidades.
No olvide nunca los objetivos marcados. Todas sus acciones deben estar dirigidas a alcanzar los objetivos marcados por la organización. Esto se traduce en preocuparse por actuar en base a las líneas estratégicas de la empresa, facilitando que su equipo y sus colaboradores dispongan de los recursos necesarios para satisfacer los objetivos más operativos.
Sea claro y transparente. En los procesos de comunicación con su equipo de trabajo debe tratar, por todos los medios, de demostrar siempre integridad y transparencia. No se trata de facilitar toda la información disponible a nivel directivo, sino de no esconder datos relevantes que puedan crear ansiedad o incertidumbre entre sus colaboradores.
Muestre firmeza y determinación. En la toma de decisiones, muéstrese enérgico y firme. Un buen directivo no evidencia dudas o indecisión, especialmente en cuestiones de importancia para el funcionamiento de la organización (lanzar un nuevo producto o servicio, eliminar una línea de negocio, reestructurar procesos u organigrama, etc.).
No se ponga de espaldas al entorno. El buen directivo analiza el entorno y los mercados de interés continuamente. Es la única vía para tomar decisiones con criterio y, en definitiva, para asegurar la supervivencia y el crecimiento del negocio.
Nunca piense sólo en términos de presente. Piense en clave de futuro, sin olvidar, obviamente, los condicionantes del presente. Si desea ser competitivo, debe asegurarse que va siempre unos cuantos pasos por delante que el resto de empresas. El buen directivo posee visión y se anticipa a la competencia.
Incorpore el cambio como elemento clave. El cambio, ahora más que nunca, se ha convertido en una constante en cualquier mercado o sector. Es necesario transmitir a nuestros equipos de trabajo la necesidad de convertir este elemento como parte fundamental de nuestra cultura, constituyéndose, de alguna forma, en un valor más. Se trata de comportarse de forma proactiva, anticipándose a las necesidades y retos del mercado.
Promueva la creatividad. La innovación es un valor clave en el funcionamiento del equipo y de la organización. Para asegurar procesos de trabajo de calidad en su empresa es vital crear espacios donde se facilite la creatividad y alternativas diferentes de pensar y de funcionar.
Facilite el trabajo en equipo. Aunque parezca mentira, a estas alturas, muchos directivos dejan de lado valores como la cooperación y el trabajo en equipo. Es más, promueven la competitividad entre miembros de un mismo equipo o entre profesionales de diferentes departamentos. La experiencia nos ha demostrado que, a largo plazo, el trabajo en equipo es la vía más eficaz y eficiente para alcanzar nuestros objetivos.
Comprometa a su gente. Lograr el compromiso de nuestro equipo es ir un paso por delante en nuestro papel como directivos. Conseguir que los profesionales adapten un extra-rol (vayan un poco más allá de sus responsabilidades) es la evidencia de que hemos logrado ese compromiso.