Estas son las formas más habituales de hacer publicidad tradicional:
Anuncios para los medios de masas.
Se difunden en la televisión, la radio, la prensa (diarios) y las revistas. A pesar del auge de internet, aún acaparan una buena parte del negocio publicitario. Por la complejidad de su producción y el alto impacto que pueden alcanzar, los más caros son los destinados a la televisión (spots).
Carteles en los espacios públicos.
Los podemos ver en vallas de la calle, en paradas de autobús u otros transportes, en fachadas de edificios y, en general, en lugares públicos muy concurridos. Pueden ser estáticos o animados (alternan imágenes y mensajes, recurriendo con frecuencia a luces especialmente luminosas).
Llamadas en los puntos de venta (merchandising).
Tratan de atraer la atención del consumidor en el lugar en que toma la decisión de la compra. Emplean diversos recursos para mejorar la presentación de un producto, como su ubicación, su envoltorio (packaging) o su iluminación.
Buzoneo o correo comercial a domicilio.
Lo utilizan sobre todo las empresas que quieren aprovechar la proximidad entre su punto de venta y sus posibles clientes. Un ejemplo son los folletos o las octavillas (flyers) que echan en el buzón de su casa con las ofertas de los supermercados y restaurantes de la zona donde vive.
Asistencia a ferias.
Este tipo de eventos suelen convocarse para un determinado sector de negocios. Acudir a ellos contratando un stand (expositor) sirve no solo para conseguir nuevos clientes sino para hacer contactos con otros empresarios (networking).
Como hemos visto, la publicidad tradicional se puede ejercer de varias formas, siempre al margen del mundo digital. Por esta razón, algunos la critican por obsoleta frente a la online, pues sus resultados no se pueden medir con precisión y es más cara. No obstante, todavía son numerosos lo que opinan que es efectiva y rentable para los anunciantes con altos presupuestos.