Tradicionalmente ha existido mucha dependencia de los empleados respecto de su empresa en el sentido de que en numerosas ocasiones se mantenían pasivos hasta la llegada de nuevas órdenes e instrucciones de sus superiores para desempeñar su labor. No obstante, la administración y cultura de las organizaciones están tomando nuevos rumbos y, en la actualidad, se demanda un trabajador más activo, que sea capaz de llevar las riendas de sus tareas del día a día.
Con esta nueva filosofía empresarial se proporciona autoridad al personal, lo que significa que se le permite tomar decisiones relacionadas con la actividad que tiene encomendada. Así, se crean empleados más autosuficientes y con más capacidad para resolver problemas por ellos mismos. La trasnochada estructura piramidal de dirección deja paso a la organización mediante equipos autogestionados.
Empresas más productivas
De acuerdo a un artículo publicado por The Economist sobre el empowerment, “una organización es mucho más productiva cuando todos sus empleados tienen la capacidad de tomar decisiones por ellos mismos y cuando la autoridad está transferida a todos los niveles de la compañía”. Esta afirmación la respalda Laura Stack, fundadora de The Productivity Pro Inc., una firma de consultoría especializada en el logro de los mejores resultados en el menor tiempo posible.
La empresaria sostiene que los mejores empleados son aquellos que sienten que tienen algo que decir sobre la realización de su trabajo y participan plenamente en las decisiones sobre el mismo. Entonces, no sólo estarán orgullosos de su trabajo, sino que son más productivos y están más satisfechos; una actitud positiva que transmitirán a los clientes, quienes obtendrán una grata experiencia de compra. Así, este nuevo rol le inyecta al personal un sentimiento de pertenencia a la empresa, de que es algo suyo y, por ello, se volcará mucho más para satisfacer al consumidor.
Mayor cohesión del equipo de trabajo
Pese a que la clave del empowerment es proporcionar autonomía a cada empleado, implica un efecto colateral muy beneficioso para la organización: la mejora de la relación entre compañeros de trabajo. Esta estrategia de gestión se convierte en una herramienta para potenciar el trabajo en equipo, fomentar el liderazgo participativo y la responsabilidad y toma de decisiones compartidas.
Un equipo de trabajo que opera bajo el empowerment utiliza el talento y capacidades de todos sus miembros con el objetivo de obtener resultados más satisfactorios y mejorar su desempeño. Ya que el liderazgo es compartido, hay reconocimiento de todas las ideas que proponen los miembros del equipo, pues tienen el mismo propósito, reman en la misma dirección.
Poner en marcha el proceso de empowerment
Comenta Stack que lo primero que hay que hacer para “empoderar” a los empleados es explicarles la finalidad de esta iniciativa. El empresario debe entender que “si éstos no han recibido la formación necesaria para hacer su trabajo con confianza, hay que proporcionársela”, pues ellos requerirán determinados conocimientos para llevar a cabo su tarea con éxito.
Cuando ya cuenten con la formación adecuada, es hora de comenzar a delegar en el empleado ciertas tareas “concienciándole de que exclusivamente depende de él que el trabajo salga adelante”. Es muy importante, en opinión de Stack, que el personal sepa que no puede estar consultando a su superior hasta el mínimo detalle. Es el momento de que los subordinados demuestren que tienen iniciativa.
Igualmente, el empresario debe establecer metas y plazos a cumplir por parte del empleado. “Los objetivos han de ser razonables pero no demasiado fáciles de alcanzar”, aunque deben fijarse con cierta mesura, pues si son inaccesibles pueden resultar desalentadores y “generar frustación, baja productividad y erosión del sentido del empowerment”, sostiene.
Encontrar el equilibrio entre la responsabilidad cedida al trabajador y sus habilidades y capacidades profesionales será tan vital como que el empresario sepa reconocer un trabajo bien hecho.