El cambio de valores
Ante el cambio, se puede actuar de maneras diferentes, en función de aquello a lo que afecte. El cambio afecta a los procedimientos y procesos de las organizaciones, incluso a su propia estructura. Por otro lado, existe otro ámbito en que debe incidirse, más relacionado con las personas que forman la empresa.
Ante una nueva manera de funcionar, se deben establecer nuevas habilidades y actitudes, las cuales emanan de la cultura y valores de la organización. Estos valores, además, tienen que integrarse en una visión común y compartida por todos los profesionales, para así focalizarse hacia un mismo objetivo y resultado.
De la dirección por instrucciones a la dirección por valores
El sistema de antaño, donde el poder jerárquico de las organizaciones quedaba perfectamente establecido, también está cambiando. Las estructuras funcionales y jerárquicas se están orientando hacia estructuras horizontales y en red.
Ante estos nuevos parámetros, el sistema de dirección por instrucciones o por tareas de principios del siglo XX ha quedado más que desfasado. Aunque cumplió su función ante una sociedad fabril y un sistema productivo con operarios poco formados, con el paso del siglo se llegó a la dirección por objetivos. Esta nueva línea de gestión estaba claramente orientada a comprometer a los trabajadores más allá de su área funcional.
Sin embargo, si se desea alcanzar un auténtico compromiso por parte de los profesionales, para que encuentren un sentido a todo aquello que realizan, se debe ir hacia un modelo de dirección por valores. Se trata de establecer una guía, una manera de hacer, basada en la iniciativa y la creatividad y donde el pleno desarrollo de las personas que forman la organización se hace crucial.
Cambio de actitudes
Con la dirección por valores la organización pasa a ser algo más que un sistema orientado a generar riqueza. Pasa a ser una dirección empresarial con una perspectiva más amplia, poniéndose el énfasis en las personas y en su crecimiento. Las empresas, así, se convierten en estructuras humanas donde los valores y la cultura predominante son la auténtica brújula de la organización. El conjunto de valores se constituye como el signo de identidad de la empresa, su ADN, por lo que determina cómo se hacen las cosas dentro de la estructura de trabajo.
La dirección por valores supone impulsar cambios en los profesionales a nivel competencial, especialmente en cuanto a sus actitudes. Sólo así se consigue que las personas se conviertan en protagonistas (y no seguidores) del cambio.