El estrés, un costo invisible
Aunque a menudo faltan pruebas tangibles de las consecuencias a nivel económico del estrés, está demostrado que su incidencia en las organizaciones es elevada, representando un factor relevante en la baja productividad de las empresas. El costo para los países con sistemas de seguridad social no es para nada desdeñable, siendo las bajas laborales asociadas al estrés múltiples y de diferente índole (ansiedad, depresión, úlceras, dolores de espalda y musculares, etc.).
El estrés y su origen
El estrés tiene diferentes fuentes, y éstas suelen combinarse, haciendo que, en ocasiones, sea difícil identificar los posibles estresores. Sin embargo, sí que se conocen, gracias a los estudios realizados desde el mundo académico.
Los estresores están relacionados con las demandas y esfuerzos del trabajo, las exigencias emocionales y cognitivas del mismo, así como el grado de control y autonomía que tiene el trabajado sobre las funciones de su puesto. Además, las recompensas percibidas o la calidad del apoyo social en la empresa suponen dimensiones significativas en la aparición de consecuencias nocivas en la salud de los trabajadores.
Existen otras manifestaciones del estrés, como el mobbing o acoso psicológico en el trabajo. Esta modalidad de estrés se centra en conductas de violencia psicológica en el marco laboral, ejercidas desde una posición jerárquica, o no, de poder sobre una o varias personas.
Medidas contra el estrés
La prevención primaria, es decir, aquella que incide directamente en las condiciones de trabajo, presenta múltiples fórmulas, incidiendo en la estrategia de la organización, en los horarios laborales o en la calidad de las relaciones interpersonales.
El hecho de disponer de una cultura empresarial clara y transparente, definir funcionalmente los puestos de trabajo o establecer medidas de conciliación familiar y laboral favorece un entorno laboral más saludable y menos propicio para que el estrés haga presencia.